Pedalear por el Sur de Brasil
entre las playas de Bombinhas

Pedalear por el sur de Brasil es una experiencia de placer indescriptible. Circular por las playas, detenerse a tomar un baño y continuar.
¡Maravilha da natureza!
Vamos lá…





Pedaleando por las playas de Bombinhas
Entre las cristalinas playas de Bombinhas y la pequeña comunidad pesquera de Santa Luzia Ponta da Praia, asentada sobre la bahía del río Tijucas, existe un camino costero de 10 km que ofrece un verdadero tesoro.
Se trata de una sucesión de playas desiertas, resistidas por el turismo masivo debido a su difícil acceso, que hace impracticable el ingreso desde los balnearios vecinos durante la temporada.

Embarcando en Praia da Lagoa
Comenzamos a pedalear una mañana nublada de sábado, por un breve pero lindísimo sendero que comienza en Zimbros y conduce hasta Praia da Lagoa. Allí encaramos la divertida tarea de embarcar 13 bicicletas y respectivos pasajeros en el barco, un pesquero de camarones que ahora presta servicios al turismo.
No sé porque, pero la circunstancia me recordó a Bubba, el compañero camaronero de Forrest Gump.
Mientras pasábamos frente a Praia Vermelha, Daniel, un jovencito de 12 años e hijo de Eduardo, el “comandante” de la nave, nos dijo: “allí, en aquella playa hay una lagunita donde vive un yacaré”.
Incluso, mientras separaba sus manos al máximo para ilustrar el tamaño de la criatura, nos aseguró que él mismo había visto al bicho personalmente. Tal parece que la gente está acostumbrada, y al pasar ya ni se asusta por la presencia del ilustre morador.
La navegación terminó en Praia da Ponta Grande, donde una canoa se aproximó para ayudarnos a desembarcar, bajo las miradas curiosas de unos pocos habitantes.
Almuerzo en Petisqueira do Nelinho
Con las bicicletas nuevamente en tierra, avanzamos bajo frondosos árboles bordeando un mar color azul cielo, hasta arribar a la parada obligada en la Petisqueira do Nelinho en Santa Luzia.
El pecaminoso cardapio te lo cuento en portugués para que la gula te corrompa del mismo modo que lo hizo conmigo: “isca de peixe frito, peixe grelhado, pirão, lula a dorê, bacalhão ao molho, camarão empanado, e lógico, tudo acompanhado com arroz com feijão».
«¡Cara, tudo suculento e farto… uma delicia!”
Todavía estábamos procesando la digestión cuando se nos acercó un pescador que, señalando su barco, nos pidió ayuda para sacarlo del agua.
Con cierta modorra pero sensibles al fin, enseguida aparecimos los solidarios voluntarios. Pero la escena que brindamos a continuación fue de comedia grotesca.
El hombre ató un cabo al barco y comenzamos a tirar, pero el peso de la nave resultó mucho mayor de lo esperado. En el momento de máxima tensión… zás!, el cabo se rompe y todos terminamos de cú no chão, matándonos de la risa. Un bochorno colectivo que atrajo miradas burlonas y piadosas a la vez.
Luego del gracioso suceso, dejamos Santa Luzia para atravesar la ciudad de Tijucas, cuya vida económica funciona alrededor de la Cerámica Porto Bello. No resulta simpático decirlo pero esa presencia industrial en buena medida rompe el carisma del paisaje.
Lejos de la BR 101, cruzamos el río Tijucas por un viejo y muy bonito puente de hierro, herencia de los caminos del pasado. Aunque las aguas que bajan cargadas de sedimentos invaden la orilla, brindando un aspecto poco atractivo para el turismo.
Desde allí, el tramo es todo rural, y el bullicio de la ciudad queda definitivamente atrás.
Final con tradición “caiçara”
Finalizando el día, y cuando la lluvia estaba por comenzar, llegamos al Albergue Rural donde doña Catarina transpiraba al lado del horno a leña. No quería descuidar las fantásticas roscas de “polvilho”, asadas sobre hojas de bananero.
Al mismo tiempo, doña Ana daba los últimos toques a una reconfortante “canja de legumes” (guiso de legumbres). Con la sutil combinación de rosca y canja, sucedidos por frutas, pasteles y dulces diversos, los cicloturistas compusimos la comida.
Durante la digestión, en vez de sacar un barco del agua, nos divertimos contando historias de los más distintos temas, amenizadas con guitarra y bongó.
Y así, de a uno, nos fuimos a dormir con la lluvia acompañando como canción de cuna.





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PEDALEANDO POR EL SUR DE BRASIL

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